jueves, 14 de mayo de 2009

Babilon Vs dub junglist

Este es un evento altamente recomendable para todos los que gustan del dub, el reggae, dubstep, brakbeat, drum and base y demás subgéneros que nos remitan a las fusiones y coqueteos sonoros entre la acústica y la electrónica.

Ecos en comunión con la naturaleza, líneas de bajo revolucionando contra Babilonia, beats espirituosos y loops empapados en las aguas de Chac.

Para escuchar un previo: www.myspace.com/noizdub



jueves, 7 de mayo de 2009

Una canción para Dylan


Aca les dejo el cuento de un gran amigo músico, Andrés Súarez Palazuelos, mejor conocido en el meneo como Moloso Van Hesse.

Una canción para Dylan.

Andrés Suárez Palazuelos.


Febrero veintiséis. Salimos en el camión de las 4:30 p.m. rumbo a la ciudad de México. Ela y yo no dejamos de hablar. Cosas cotidianas, comunes y corrientes. No podemos negar, que el hecho de ir a la ciudad de México para ver y escuchar el concierto de Bob Dylan y su banda, nos tiene muy, muy entusiasmados.

—Recuerdo cuando escuché a Dylan por primera vez —Le dije a Ela mientras avanzaba el camión— fue en una de las cintas de mi padre, a pesar que no entendí nada de lo que decía, realmente me atrapó, con esa voz rasposa y chillona, con esa guitarra armoniosa y esa harmónica sollozante. Ela sólo me miraba fijamente sin decir palabra.

—Fue un momento especial —Dije— esa su música realmente me afectó, y digo, después de eso ya no puedes escuchar cualquier cosa. Ela no dijo nada. En silencio parecía meditar mis palabras.

Llegamos por fin a la Ciudad de México. Casi cinco horas de camino. Afuera de la central compramos un tamal, en un pequeño puesto de esos que abundan y nos cruzamos al metro. Nos bajamos en la estación Centro Médico. Nos quedaríamos en el departamento de John Martyn, amigo de Ela, un Irlandés estudiante de psicología. Ya en la colonia Roma, caminamos por sus calles mal iluminadas, llenas de edificios y casas viejas, buscando la calle y el número de John.

Dimos con el lugar. Toco el timbre. Un curioso sujeto, de pelo largo y rubio, nariz respingada y pequeños ojos saltones, nos abrió la puerta.

—¡Ela que gusto verte!

—Hola soy John —Me dice en voz baja—

—Hola —Contesto— Mucho gusto.

—Pasen, pasen por favor —Dice con una voz bajita. Subimos montones de escaleras, mientras John nos platica acerca de su escuela. Es curioso el tono de voz que usa, muy bajito y agudo, casi femenino.

Ya adentro de su departamento, ofreciéndonos una cerveza, nos pregunta desde la cocina si estamos emocionados de ver a Dylan. Ela y yo contestamos que sí. John sonríe, asiente con la cabeza, nos pasa una cerveza a cada quien, y después pone a Bob Dylan en su laptop. Es uno de sus primeros discos el “Freewhilin”. Escuchamos la canción “Dont think twice, its all right”.—Esas canciones me suenan con mucha fuerza —me digo— como himnos, y me transmiten un sentimiento con el cual me identifico.

Dormimos en el sofá. Al día siguiente fuimos a un café que John Martyn nos había recomendado, Ela pidió un americano y yo un expreso doble.

—Buen café —Dice Ela con un tono alegre. —Muy bueno —Contesto.

Luego fuimos al Museo de arte moderno, disfrutamos en especial la exposición de Federico Erenhberg. El hecho que este artista fuera de la misma época de Dylan se nos hacia interesante. Sus bocetos me llamaron mucho la atención, y también unos volantes y recortes de periódico donde se veían fotografías de Erenhberg de su campaña para gobernador.

Después de comer en un curioso bar, nos tomamos una cerveza. Este lugar parece el sótano de algún castillo de la edad media. El reloj apunta las siete. Dylan. No podía esperar más para el concierto. Realmente para mí era un compromiso el estar ahí. Quería escuchar en vivo, la voz de aquel hombre que marcó varias generaciones.

—Ela creo que mejor nos vamos —Le dije. Estoy nervioso. A sólo unos momento que empiece el concierto. Tomamos el metro y nos bajamos en la estación Auditorio. Al salir, subimos por la escalinata del auditorio nacional. Se ven largas filas. Es curioso ver en ellas, mezcladas, distintas generaciones. Gente contemporánea de Dylan y jóvenes que de igual manera vienen a escucharlo. Avanzamos ya adentro del auditorio, por las escaleras. Nos formamos. Maldición ya están tocando. Puedo escucharlos al fondo tocar “Rainy Day Women #12 & 35”.

—Sus boletos por favor —Dice una de las edecanes. Estoy emocionado, escucho la voz de Dylan y la banda tocando ya en el escenario. Le doy los boletos.

—Síganme por favor—Dice la edecán. Avanzamos por butacas repletas entre la oscuridad. El sonido es nítido. Termina la primera canción y el publico ruge, aplaude.

—Es aquí —dice la mujer apuntando con su lamparita.

Este es el momento que estaba esperando. Hay en el escenario, detrás de los músicos, un logo, un gran ojo con unas letras negras que dicen “Bob Dylan and his Band”. Los músicos visten todos trajes color beige. Dylan, botas de piel color guinda de tacón alto, un pantalón negro ajustado con detalles rojos, camisa gris, un pañuelo blanco, saco negro, y un sombrero tipo español, gris, de felpa, con una pluma amarilla. Este hombre que esta frente a mí, es el hombre que tocó en Washington en 1963 como uno de los invitados en una de las más grandes manifestaciones a favor de los derechos civiles, después de que Martín Luther King diera su discurso, y yo estando aquí, formo parte de aquello, de toda esa época.

Dylan toca “Lay, lady lay”. —Adoro esta canción —Dice Ela. La música fluye, los acordes armoniosos surgen como sonidos salidos del Missisípi. La banda sigue a Dylan con buen ritmo. La harmónica suena más serena, más madura, y el lamento es ahora un canto a la vida. Ha dejado la guitarra, ahora toca el teclado. La voz es más rasposa, ya no es chillona, es grave, como la de los grandes bluseros de los cincuenta. Estando aquí frente a él, se puede escuchar en su voz y en su harmónica, los años transcurridos, los ires y venires de la vida, los pesares, los placeres. Su voz ya no es la misma, mas en su música, creciente y palpitante, sigue aquel sentimiento con el cual tanto me identifico. “Like a rolling stone” ¿Cómo se siente no tener hogar? sin rumbo, como un completo desconocido. La gente pega un salto, ruge de nuevo. Abrazo a Ela y le doy un beso en la mejilla. Estoy eufórico. Esto significa mucho para mí, formar parte de aquella época, de este ícono viviente del rock n’ roll. Sus palabras, como flechas, son lanzadas con la delicadeza del poeta. Dylan, el verdadero poeta.

“Blowing in the wind” ¿Cuántos caminos tiene que recorrer un hombre, para que pueda llamársele hombre? ¿Cuántas lagrimas deberán ser derramadas para darnos cuenta que mucha gente ya ha muerto? La respuesta amigo mío, esta en el viento. Las luces se encienden, Bob Dylan y su banda dejan el escenario, pero sus palabras y su música aun siguen sonando fuerte en mí. El murmullo de la multitud se esparce por todo el auditorio, y después la gente comienza avanzar por las filas de las butacas, en sus rostros se ve admiración. El concierto ha terminado, y este como aquello que uno mas disfruta, se me ha ido como un trago de agua.


Para escuchar su música visita: www.myspace.com/molosovanhesse